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Historia de Fresno el Viejo

La presencia de Sanjuanistas en Castilla y León
se remonta a los primeros años del siglo XII, momento
dominado por la reconquista cristiana de los territorios
que habían sido ocupados siglos atrás por los árabes.
Los localizamos, pues, en un período en que amplias
extensiones de nuevos terrenos han de ponerse en
producción y para ello, al mismo tiempo, habían de ser
repobladas.
La administración, organización y control de
todo este espacio recién conquistado se basa, en un
principio, en el reparto de grandes territorios entre la
nobleza y las órdenes religioso militares. De éstas
destacamos la de San Juan por ser la beneficiaria del
territorio en que se circunscribe Fresno el Viejo, villa
anteriormente incluida en el alfoz de Toro y donada
por Doña Urraca (hija de Alfonso VI y madre de
Alfonso VII), junto a sus vecinas del Valle del
Guareña, a la Orden Hospitalaria de San Juan de
Jerusalén.
Los miembros de esta orden militar destinaban
las rentas obtenidas de la recaudación y explotación
de sus posesiones agrícolas, nutridas, como ya
hemos apuntado, por concesiones reales y también
por donaciones de otros nobles “particulares”, a
mantener la Cruzada y las obras hospitalarias en el
otro extremo del Mediterráneo.
La Orden de San Juan, exenta de cualquier
jurisdicción episcopal y ligada directamente al
Patriarca Latino de Jerusalén, basaba la gestión de
todo su patrimonio en unidades administrativas
denominadas Prioratos, a su vez constituidas por
Encomiendas. Al frente de cada una de éstas se
hallaba el Comendador, un caballero seglar que
detentaba la suprema autoridad en el territorio a él
encomendado, por encima incluso del Concejo.
Fue Fresno el Viejo cabeza de Encomienda de
la Orden de San Juan y la huella de un patrono tan
poderoso ha quedado patente tanto en las
proporciones de la fábrica de la iglesia, como en la
advocación de la misma a San Juan Bautista, en las
referencias a un castillo ya desaparecido o en la
existencia del Palacio de los Comendadores. Y ello
como parte de un gran patrimonio que desapareció en
1847 durante el proceso de desamortización
promovido por Mendizábal.
Así, pues, el mantenimiento de las
Encomiendas durante casi siete siglos se tradujo en
la conservación del sistema de regencia señorial y,
con ello, la preservación de las explotaciones
agrícolas latifundistas, sistema que, llegados a
mediados del s. XX, ha supuesto la decadencia y
abandono de muchas poblaciones que no han tenido
otro medio de contrarrestar la subordinación a un
único dueño de la tierra.
No ha sido éste el caso de Fresno ya que la
villa se fue consolidando desde sus orígenes como
un punto estratégicamente ubicado en la calzada
que comunica Salamanca con Medina de Campo,
calzada señalada por la Mesta como cañada real
ganadera.
La destacada actividad comercial que se
desarrollaba en Medina, de la que Fresno “distaba
unas cinco leguas”, experimenta un importante auge
desde época de los Reyes Católicos, repercutiendo
en la ciudad el pulso del mercado y de la economía
europeas.
Con tan importante trasiego comercial, en
Fresno se desarrollaron pronto diversas profesiones
al servicio de mercaderes, viajeros y pastores
trashumantes, los cuales, estos últimos, tenían de
descansadero para sus rebaños la propia Plaza de
la villa. Es probable que este tráfico de gentes y
mercancías supusiera para Fresno el Viejo la
garantía para fijar una población que no dependiera
exclusivamente de la explotación agrícola de la
Encomienda y, por tanto, de la voluntad del
Comendador.

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